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Perseguir logros laborales es habitual en la vida profesional; sin embargo, priorizar una trayectoria exitosa sobre el cuidado personal puede tener costos altos para la salud mental. El más importante es una sobreexigencia permanente, imposible de satisfacer, para alcanzar las metas en el trabajo, según la experta en bienestar y educación financiera Manisha Thakor.

Una valoración basada en logros profesionales y elogios crea “el culto de nunca es suficiente”, según la especialista, autora del libro MoneyZen: El secreto para encontrar tu “suficiente”. Pueden incidir una historia de vida con falta de autoestima en los primeros años y una obsesión con el trabajo, hasta llevarlo a niveles perjudiciales tanto para la salud física como mental.

Si bien progresa de forma paulatina, la exigencia a la que se somete una persona llega a un punto en que resulta insostenible y puede derivar incluso en una depresión. Existen varios factores involucrados en este problema, como explicó en una entrevista con Infobae el psicólogo Raúl González, especializado en terapias de tercera generación por parte de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Aunque estas distorsiones de pensamiento parecen un callejón sin salida, el experto menciona una serie de actividades que, con la asistencia de un profesional en salud mental, podrían ayudar a las personas a cambiar su percepción de su vida cotidiana.

Orígenes de la sobreexigencia

Entre los orígenes de la sobreexigencia, González identificó algunas experiencias pasadas que causaron un conflicto sin resolver, especialmente dentro de contextos como la escuela, la familia y el trabajo. Las repercusiones de estos hechos en la vida de un individuo podrían hacerlo vulnerable a perseguir metas profesionales y emocionales sin obtener satisfacción.

Los resultados de estos hábitos en la psicología de las personas suelen ser abrumadores. En primer lugar, González mencionó la ansiedad social, un temor intenso y persistente a ser observado y juzgado por los demás. En casos extremos, el problema puede afectar el rendimiento laboral y profesional, también ocasiona baja autoestima, hipersensibilidad a las críticas e incluso sentimientos de vergüenza, según los expertos de la Clínica Mayo de Estados Unidos.

Aunque este tipo de trastorno está relacionado con una sobreexigencia, la prevalencia de la ansiedad es del 47%, junto con la depresión en América Latina, de acuerdo con un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Después de la pandemia, la presencia de este padecimiento aumentó al 25% en el mundo, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Pese a la gravedad del trastorno, la intensidad con la que afecta a las personas depende de la capacidad de resiliencia de un individuo. Eso alude a la tolerancia de una persona y a su flexibilidad ante las exigencias de cada contexto, mencionó González, quien también es fundador del “Consultorio Liberi”, donde ofrece terapias contextuales para niños y adultos a precios accesibles en la Ciudad de México (CDMX)

Los efectos en la salud de estos casos pueden ser diversos: “Alteraciones en los ciclos de sueño y de alimentación”, ilustró. González, en su experiencia como terapeuta, ha identificado que las personas llegan a estos puntos debido a “las distorsiones cognitivas y las creencias personales”. El psicólogo explicó que en la mayoría de los casos intervienen más las percepciones personales sobre lo que se debería lograr. Los hechos y los resultados obtenidos pasan a un segundo plano.

Un ejemplo, según el experto, sería el de una persona que se sobreexige con el fin de ser reconocida por sus jefes en lugar de la calidad del trabajo, o en general, los resultados cuantitativos. Metas como recibir elogios y aprobaciones a nivel personal son el camino más corto hacia este problema.

Las distorsiones cognitivas de la sobreexigencia

Las distorsiones cognitivas son patrones de pensamiento que pueden llevar a malos entendidos tras un acontecimiento y provocar emociones negativas, según la definición usada en las terapias conductuales. La mayoría de ellas son adquiridas por las personas a lo largo de su vida y en distintos contextos como el trabajo, el núcleo familiar o la escuela.

Las principales distorsiones cognitivas que intervienen en la sobreexigencia también son comunes en los centros laborales. De acuerdo con González, una de ellas es el filtraje, que consiste en enfocarse solo en un elemento en un hecho dentro de un contexto más complejo. Otro de estos problemas es el pensamiento polarizado, que posiciona a alguien en una de dos posiciones extremas y opuestas respecto a un mismo hecho o situación. También aparecen las falacias de control: “Tener la idea de que yo puedo manejar todo lo que está a mi alrededor bajo mi control, o que todos los errores son por culpa mía”.

Las consecuencias de esta distorsión podrían llevar a las personas a deslindarse de sus responsabilidades o aceptar una gran cantidad de ellas en un entorno laboral, incluso cuando sean irrealizables en la jornada laboral.

Por último, el psicólogo mencionó los etiquetajes globales que surgen cuando algunos centros de trabajo son inflexibles respecto a su aspecto y personalidad, como la exigencia en los códigos de vestimenta. Una de las consecuencias en los trabajadores es que pueden asumir un papel de oficinistas responsables, en el cual fallar es imposible. Incluso, con los valores de algunas empresas, se prohíben caer enfermos. De esta forma, la sobreexigencia también deja padecimientos físicos negativos.

Las salidas saludables de la sobreexigencia

El primer paso, de acuerdo al experto, es aprender a identificar estas distorsiones cognitivas y errores de pensamiento comunes en la vida laboral. Lograrlo implica acudir a un profesional en salud mental especializado en terapias conductuales, para aprender a reconocer cuándo una persona podría tener una vida de sobreexigencias en algún trabajo y actividad.

Para González, la clave de una cotidianidad saludable es la educación emocional. Con lo anterior, se evitaría el deterioro en la salud mental de personas que viven con un trastorno como la ansiedad o la depresión. A través de una buena gestión de las emociones. Este proceso comienza con el reconocimiento de las necesidades que una persona presenta para cumplir un trabajo.

La esfera general de salud, término que usa el psicólogo para referirse a lo anterior, contempla las horas de descanso y comida. Los hábitos más importantes a considerar son la relajación. En palabras de González, un método muy útil es el Mindfulness, que involucra mente-cuerpo para desarrollar una percepción cada vez más consciente y atenta, a través del cual las personas aprenden a reconocer sus pensamientos, creencias y sentimientos.

Una de las salidas de la sobreexigencia es plantearse objetivos realistas según las circunstancias actuales: “Hasta donde podrás llegar con tus limitantes actuales, hasta donde se llegará a corto, mediano y largo plazo con ayuda de otras personas”, explicó el psicólogo esta serie de pasos que a desarrollar tanto para la vida profesional como para la personal.

Un aspecto destacable para evitar la sobreexigencia en el trabajo es la preocupación por la salud mental, pues va en aumento en América Latina. Chile es el que posee el porcentaje más alto al respecto con el 62%; México es el que tiene el más bajo (15%), de acuerdo con la encuesta publicada en Statista que concentró la opinión de más de 23.500 encuestados de 34 países, seis de ellos de la región. González consideró que se trata de un avance, pues en su opinión, cualquier persona debería tener la apertura para solicitar ayuda sin críticas.

FUENTE:

www.perfil.com