En las generaciones pasadas, está fuertemente arraigado el concepto de que el trabajo no es para “pasarla bien” sino que es para sacrificarse y como consecuencia, muchas veces padecerlo.

Indudablemente, la actitud con la que afrontamos nuestro trabajo influye de manera importante en los resultados laborales que obtenemos, pero también en nuestro grado de satisfacción con la vida, pues dedicamos gran parte de nuestro tiempo a nuestra actividad profesional.

Lo inteligente sería ser feliz en el trabajo para poder serlo en la vida:

Es importante tener una planificación y un orden de prioridades para poder llegar a nuestro objetivo de productividad y por ende de felicidad.

Y aunque la tecnología ayuda, no lo es todo. Si no sabemos distinguir lo importante de lo urgente, no vamos a poder enfocarnos en lo principal que afecta a nuestra función.

Si bien lo urgente - como la palabra lo dice - es urgente, no tiene que tapar lo importante. Esto último no lo podemos delegar, sino que sólo nosotros seremos los ejecutores de lo más importante de nuestro rol para dar lugar a delegar aquellas tareas más operativas y que requieran de menos análisis de nuestra parte.

Asimismo en nuestras relaciones laborales, falta algo fundamental: el factor humano y los vínculos, que sin ellos no podríamos llevar a cabo el trabajo en forma divertida y amena:

1. Humor y compañerismo
2. Empatía y respeto
3. Ser flexible y optimista

Sentirse valorado y parte de un proyecto, saber que uno tiene posibilidades de crecimiento y desafíos, son algunos de los factores fundamentales que no pueden faltar.

Pero por sobre todo, encontrar un significado: Encontrar un sentido a lo que hacemos en el trabajo, amar lo que hacemos y sentirnos parte de ese propósito, nos da fuerza y motivación para que cada día sea vivido con felicidad.