La figura de jefe ha adquirido una connotación negativa, dado que se lo asocia con un líder autoritario. Sin embargo, en toda organización es necesaria la figura de autoridad, aquella en la que recaen ciertas responsabilidades y decisiones y que tiene a su cargo a otras personas.
Se puede ser un Jefe Líder y se puede ser un Líder sin ser Jefe. Todo depende de la persona que quieras cultivar en ti.
El liderazgo no puede disociarse de la autoridad cuando está en cabeza de un gerente o un jefe de proyectos, y no puede ser siempre igual.
Comparto la teoría de liderazgo situacional de Blanchard, que propone cuatro estilos de líderes:
- Directivo: es quien dice qué, cómo, cuándo y dónde, o si es otra persona la que se encarga de eso y en qué medida.
- Informativo: como en el caso anterior, el líder manda y controla el cumplimiento de las tareas, pero además explica sus decisiones, pide sugerencias y fomenta los progresos.
- Delegativo: es quien pone en manos de los subordinados la responsabilidad de la toma de decisiones y la resolución de problemas.
- Participativo: el líder facilita y apoya los esfuerzos de los subordinados en orden al cumplimiento de las tareas, y comparte con ellos la responsabilidad por la toma de decisiones.
Por nuestras características personales, seguramente seremos de uno de estos cuatro estilos con mayor énfasis que de los otros. Lo importante es que, como con todas las habilidades, podemos cultivar y adaptar nuestro estilo a las necesidades situacionales de los equipos que lideramos y de las organizaciones y sociedades en las que nos relacionamos. La flexibilidad es una habilidad que deberemos cultivar, y la adaptación al cambio y la aceptación de las que hablamos en los dos artículos anteriores serán dos aliadas incondicionales.
Ser directivo o poner límites no te hacen «jefe» o «antipático» cuando el proyecto o el equipo son nuevos y diriges con empatía. Ser participativo en un equipo sólido y en el que ya todos están bien afianzados y se interrelacionan adecuadamente no te hace «débil». Ser informativo y ayudar dando instrucciones de cómo hacer las cosas no te hace «controlador» o «paternalista», cuando el equipo es nuevo y tu experiencia aporta a su crecimiento, sin quitarles su propia impronta.
El camino para ser un gran líder no es extrínseco al camino del desarrollo personal. Entre muchas otras habilidades, aquellas que nos permitirán alcanzar nuestra mejor versión personal son: el autoconocimiento; el desarrollo de habilidades emocionales que nos permitan gestionar nuestras emociones frente a situaciones de frustración o de mucha presión; las habilidades de comunicación efectiva que nos permitan hacer los pedidos adecuados en el momento adecuado y de forma clara, de modo que quienes los reciben puedan cumplirlo; ser oferta en el momento oportuno; saber cumplir nuestras promesas; o aprender a distinguir cuando es necesario decir «no».
Nuestra mejor versión se verá reflejada en la de un gran líder.
FUENTE:
www.mujereshoy.news